Mi Caballero de la AD
Mi Caballero de la AD, ese que me toma de la mano y me invita a visitar, cada día, sitios diferentes de un mundo que no imaginaba conocer, que con sus brazos largos me protege del desconsuelo, la pena y la amargura, regalándome la paciencia de su mirada y la pureza de su palabra.
Aquel que no imagina la fuerza de su corazón, que solo actúa con tesón, guiado siempre por la confianza que le dan sus pasos y por el recuerdo de las palabras de sus antepasados. No ocupa las promesas en su habituar, pues éste, es siempre una promesa ya cumplida; me sorprende cada día, sin saber me guía.
Y sigue su camino, erguido; mira hacia tras solo cuando el momento se lo indica; él no olvida, aunque su memoria suele ser frágil; él no renuncia, siempre camina, y ante todo, quizás sin darse cuenta, él siempre me lleva y me cuida.